Ayer terminaron las clases. Un año más. Acabaron con una explicación de lo inexplicable: Ante la ley de Kafka. Y tuvo que ser justo ayer, 3 de junio, en el 85 aniversario de su muerte, en el sanatorio Hoffman de Kierling, a orillas del Danubio. La sensación que me deja el fin de las clases es siempre una sensación agridulce, bittersweet. ¿Habrán aprendido algo? Lo dudo. Quizás alguno sí. A última hora de la mañana, una alumna vino a verme. Se expresó con toda amabilidad pero en el fondo estaba sinceramente indignada. Dijo que yo era, como el guardián de la parábola kafkiana, alguien que impedía el acceso a la literatura. Que me veía en el examen, lleno de satisfacción, con mi boli rojo. Y con toda serenidad añadió que ella no había aceptado en absoluto ese status quo. Que había mantenido su camino, su propia vía de acceso a la poesía. En otras palabras, que en lo que a ella se refería mi esfuerzo por constreñirla/castrarla intelectualmente había sido perfectamente vano. Cuando acabó de hablar se fue como había venido. Yo me quedé pensando. Aquello era duro de oír, pero me alegré de haber hablado con ella. Quizás había algo más en sus palabras, que yo no supe entrever. O no quise. En todo caso me recordó a mí mismo hace treinta años y también lo cerca que están, en cualquier actividad creativa, la pasión y el ridículo. Me recordó que el intento de enseñar a leer, en mi caso concreto (nunca he pretendido otra cosa), está rodeado por la posibilidad de cosechar el más radical de los fracasos. En fin… Me da mucho que pensar esa conversación y me alegro de que haya tenido lugar.
Con estos pensamientos tan alentadores, y otros más melancólicos aún (espero una carta desde hace días que no acaba de llegar), me voy a Ibiza. Os libráis de este blog al menos hasta el martes próximo. Vamos en nuestro coche hasta Zaragoza. Desde allí, en avión a Alicante. Alquilamos un coche y nos trasladamos a Dénia. Allí cogeremos el barco para hacer la travesía hasta Ibiza. Después alquilaremos unas motos para patearnos la isla entera. A la vuelta, desde Madrid, tomaremos el AVE hasta Zaragoza. ¿Están locos estos romanos? Y a todo esto, yo sin gafas de sol, pero con los ojos bien abiertos.
Disfruta de las vacaciones, Álvaro. Si te consuela, a mi tus clases me abrieron horizontes. Reconozco que no conservo apuntes porque a la 2ª semana renuncié a seguir intentándolo, pero iba a clase a escuchar y leía. Y aprendí a leer un poco más. Estoy convencida de que no se enseña a leer. Sólo se aprende y eso sucede de mils formas distintas, nunca lineales. ¡Cuidado con las motos!
Dejando de lado ese periplo en distintos transportes que no entiendo muy bien te deseo unas felices vacaciones.
Y otra cosita..ayer era 3 de junio o es que ya no sé en qué día vivo?.
Que lo pases bien.
¿Y por qué tengo la sensación (hablo como padre) de que quienes intentamos "enseñar a leer", provocamos más el ridículo que la pasión en nuestros amados discípulos?
Gracias Ana, ya lo he cambiado: qué haría sin ti
Anaco, gracias por tus palabras de ánimo, pero me temo que ya venías aprendida, aunque bien mirado, si no la fastidie demasiado, ya es algo
Amigo de nombre impronunciable, es que las grandes pasiones nos exponen al rídiculo, ¿no?
En las clases, lo lindo fue buscar lugares comunes a pesar de diferentes épocas y estilos literarios; en el cole sólo nos enseñaban a descartar, nunca a comparar. Y sobre todo, me recomendaste unos libros que me encantaron, y eso ya es difícil. No tendrás más para decirme?
Buenas vacaciones profe!
Buenas vacaciones. Pero para un alumno casi son una provocación.
¿Qué es más fácil estar a un lado de la mesa o al otro? No termino de saberlo…
Increíble itinerario para llegar a Ibiza! Y qué buena crónica de la perplejidad y la interrogación. Nobody knows, como dice esa película japonesa desesperanzada. Tal vez ella misma cambie de opinión con el tiempo. Tal vez… Yo recuerdo a algunos de los profesores que tuve a lo largo de mi vida con pasión… Ellos me ayudaron a ser lo que he sido
ay, qué envidia… feliz viaje!
A veces no aprendemos exactamente lo que usted quiere enseñar. Pero quien tiene los ojos y, sobre todo, los oídos bien abiertos, aprende.
Algunas enseñanzas se convierten en enseñanza y autoenseñanza. No calan hasta que se guardan durante un tiempo, un día las descubres de nuevo, dentro de ti,y ¡ah, eureka! llega el reconocimiento.
Sin duda, la pasión desmesurada se convierte en ridícula, pero es una palabra que no se me había ocurrido atribuirle todavía.
Gracias por tus palabras, que para mí tienen un gran valor
Coincido plenamente con la opinión de mi compañera: estas enseñanzas, si se ha prestado atención, tendrán algún efecto con el tiempo.
Me parece que el problema de enseñar esta asignatura (que, por otra parte, me figuro que tiene que ser bastante complicado) es que la mayor parte de los estudiantes no estamos acostumbrados a ese tipo de aprendizaje. Es muchísimo más sencillo acudir a clase y tomar apuntes de datos, fechas o conceptos objetivos, antes que pararse a pensar y reconocer elementos en un texto.