Fin de verano

Entre los papeles viejos de la biblioteca, que encuentro en algunos libros, he recuperado otro artículo de Marías, que me viene como anillo al dedo. Se titula Fin de verano, y dice cosas tan profundamente sensatas como éstas: “Pasado agosto, conclusas las vacaciones, queda un mes de transición, en que la actividad no es plena, en que se prepara la etapa que ya está cercana. ¿Se prepara? No estoy seguro. Sería el momento de hacer balances, de intentar averiguar dónde se está, con qué se puede contar, qué se puede hacer. Todas estas actividades se pueden resumir en un verbo poco usado, al que se le conceden largas vacaciones todo el año: pensar. Cada vez me asombra más la escasez de pensamiento que se observa en todas las dimensiones de la vida, desde la convivencia personal hasta la política o las disciplinas intelectuales (…). Cada vez doy más valor al deseo, del que brota casi todo en la vida humana; si se combina con el pensamiento, con la razón –tan olvidada– el resultado es la salud vital, biográfica más que biológica. Convendría ajustar cuentas con uno mismo al final del verano, antes de entrar en la seriedad que pertenece siempre a la vida, y que la hace valiosa y respetable. (…). La operación que estoy proponiendo, que me parece indispensable, requiere algún tiempo. Hay que hacer memoria, dejar que las impresiones se sumen en nuestra mente, no se vayan aboliendo a medida que han acontecido (…). Si cada uno de nosotros aprovechara este fin de verano, todavía apacible, con ese mínimo de holgura sin la cual no se puede hacer nada interesante, para prepararse para el curso que se avecina, sentiría una confianza mayor, podría llegar a eso que el hombre necesita para respirar: entusiasmo”. Puede que ahora, al menos para los universitarios, esto ya no sea tan fácil. Bolonia ha adelantado un mes el curso del tiempo, tal y como lo veníamos viviendo hasta ahora. Sin apenas darnos cuenta, nos hemos encontrado metidos en una actividad plena. Pero, con un poco de inteligencia y de ganas, yendo al ralentí si hace falta, creo que las palabras del viejo maestro deben aplicarse; yo pienso dedicar no pocas horas a no hacer nada, aparentemente. El pensamiento de Marías sigue plenamente vigente. Tiene el sello de la positividad moral. Algo que siempre hace falta.

7 Comments Fin de verano

  1. María 12/09/2010 at 13:51

    La luz otoño-estival de los atardeceres de estos dias-destellos ocres-invitan a hacer lo que propone(s).Es tiempo de pensar.
    Yo pienso hacerlo,pero con cuidado,para no abandonarme/entregarme demasiado a ello…
    Un abrazo fuerte!

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  2. molinos 13/09/2010 at 09:56

    A eso he dedicado todo mi fin de semana..septiembre es el mejor mes para pensar, por lo menos para mi.

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  3. delarica@unav.es 13/09/2010 at 10:05

    y en efecto, que luz hay, especialmente por las tardes, como ayuda a pensar y a serenarse

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  4. Francis Black 13/09/2010 at 12:30

    Nadie se ha creído nunca que los años empiezan en Enero, todo empieza es Septiembre. Noviembre es el peor de los meses lo pensado en septiembre no lo has realizado entonces te arrastras hasta Enero y te das otra oportunidad que en Marzo vuelve a fracasar , llegas a abril y el tiempo es demasiado bueno para propósitos …. y todo para Septiembre otra vez. Pasa la vida.

    http://www.youtube.com/watch?v=hkbcQOK13R4

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  5. delarica@unav.es 13/09/2010 at 22:35

    lo haré con mucho gusto

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  6. delarica@unav.es 13/09/2010 at 22:37

    menudo calendario de los horrores que nos has dibujado, Francis Black; sólo se me ocurre decir aquello que decía un personaje de la película La ciudad de los muchachos: si lo sé, no vengo

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