Emily Dickinson

Tenemos la imagen de Emiliy Dickinson como una mujer frágil, cuando no apocada, obsesa por su propia persona, cuando no con sus pequeñeces, una mujer neurótica que sufría agorafobia y que se recluyó entre cuatro paredes mutilando absurdamente su vida en varios aspectos. Emily Dickinson fue una mujer fuerte, increíblemente dotada para la creación poética e hiperconsciente de lo que quería en la vida para sí misma. Pocas mentes han horadado con mayor agudeza y profundidad el muro de las apariencias, de los brillos y la corrupción de una sociedad industrial y postindustrial en la que estamos inmersos. Dickinson fue en el mejor sentido de la palabra una personalidad, con sus máscaras y bergamascas desde luego, un espíritu auténtico y contemplativo que, consciente como pocos de la brevedad de la vida (no hay casi ningún poema suyo que no contenga alguna referencia central a la muerte), no quiso perderse ni un sólo instante de su existencia. En unos versos memorables, recogido en este libro, dice que lo que nos duele es vivir, no morir. Su producción poética constituye una cumbre de la creación artística por la capacidad de observación y de expresión, por su dominio de la rima y la versificación, por su oído, por el rigor lógico, intelectual y ético que despliega siempre, y por la originalidad de cuanto apuntó con sus certeras palabras. La poesía de Emily Dickinson ha sido vertida muchas veces al castellano, con desigual fortuna. Los de Victoria Ocampo, Ernestina de Champurcín, Mariá Mannent, Carlos Pujol, Nicole D´Amonville o Margarita Ardanaz son algunos de los intentos que yo prefiero. Ahora, Nórdica (2012) nos presentaEl viento comenzó a mecer la hierba, uno de sus volúmenes ilustrados (es una serie notable ya de textos la que ofrece esta editorial), en este caso realizada por Kike de la Rubia, con veintisiete poemas en edición bilingüe. Me gusta la traducción de Enrique Goicolea, y la selección de Juan Marqués (menudas angustias ha debido de pasar con los descartes). El volumen constituye una magnífica introducción al frío, duro y a la vez bellísimo mundo de Emily Dickinson; De la Rubia ha captado bien ese difícil equilibrio. Pongo un ejemplo, el más evidente: el título, tomado del primer verso del poema 824: “El viento comenzó a mecer la hierba”, The Wind began to rock the Grass, en el original. El comienzo suave del poema se dispone en paralelo con el comienzo de la acción del viento sobre la roca. Una acción delicada (está sólo comenzando) pero destinada a un fin terrible. Naturalmente que dice “rock” en el sentido de mecer, mover una cosa hacia delante y hacia atrás, pero también expresa que esos elementos, el Viento y la Hierba, reforzando su dimensión sustantiva y hasta personal con el uso de las mayúsculas, en un diálogo cósmico y genésico, se petrifican (“a rock” es también una roca). Es un ejemplo mínimo pero elocuente de la bella dureza de la poesía de este genio de la humanidad.

3 Comments Emily Dickinson

  1. Enrique 28/05/2012 at 16:07

    Gracias por esta recomendación tan bien contada. Apenas he leído a Dickinson. Siempre he pensado que era difícil de entender. Ojalá los libros de poesía llevaran anotaciones como la que tu has hecho en este post. Eso permite ‘vivir’ mucho más los poemas.

    Hay un poema que me gusta mucho que este:

    New feet within my garden go,
    New fingers stir the sod;
    A troubadour upon the elm
    Betrays the solitude.

    New children play upon the green,
    New weary sleep below;
    And still the pensive spring returns,
    And still the punctual snow!

    Pero no encuentro una traducción que me guste. La de Manent no me convence. Por buscar la rima, pierde esa repetición de palabras que tanto me gusta. ¿Conoces tú alguna?

    Enhorabuena por este blog tan bueno.

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  2. delarica@unav.es 28/05/2012 at 16:07

    Gracias Enrique

    Buscaré a ver si encuentro una traducción de ese maravilloso poema

    A mí me fascina la lectura de poesía, cuando se hace bien, un género inexistente en España o casi (Herrera comentó muy bien a Garcilaso)

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  3. davidg 28/05/2012 at 16:08

    Yo tengo “Algunos Poemas” escogidos y traducidos por Carlos Pujol, pero la verdad es que pocas veces voy a las páginas de la parte derecha ya que me impartan tanto los textos originales que prefiero quedarme ahí.
    Estoy muy de acuerdo con la visión de la fuerza que en ella tiene la muerte; hay muchos versos sobrecogedores sobre este tema (“to die takes just a little while…”. Sin embargo, a mí me fascinan también sus versos de amor con referencia al tiempo (efímero) como:

    “With thee in the desert
    with thee in the thirst
    with thee in the tamarind wood
    leopard breathes-at last!”

    Efectivamente es grandísima Emily Dickinson y es siempre un placer volver a releer su poesía.

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