Hoy nos desayunamos con el anuncio de que el próximo 1 de enero cierra el Chillida-Leku. La razón aducida es que la familia no puede asumir el “déficit recurrente” del museo. A mí me lo enseñó el propio Eduardo Chillida, con el que pasé en aquellas campas una mañana delicosa. Lo curioso es que no hablamos para nada de lo que teníamos delante. Como Petrarca en la cima del Ventoux, el escultor y yo no paramos de hablar de Parménides y Heráclito, y de sus concepciones del tiempo. Después acudí con el poeta polaco Adam Zagajewski. Recuerdo que a la vuelta a Pamplona, en el coche, Adam se quedó dormido. Quizás soñaba con los versos de Guillén que le había recordado ante las esculturas de Chillida: Soy,más: estoy. Respiro/Lo profundo es el aire/La realidad me inventa/Soy su leyenda. ¡Salve! Yo pienso que la razón fundamental es que para que algo así pueda salir adelante hay, primero, que haber soñado con ello; sólo entonces la realidad lo inventa.
No sabía que lo cerraban, que lástima. Solamente he estado una vez allí, pero paseando con mi entonces novia, decidí que sería mi mujer. Supongo que cuando pasan estas cosas, no somos conscientes de la pequeña pérdida que supone para miles de personas. Si pudiésemos amontonar toda esa pena, y enviársela a la familia de Chillida …