La publicación en España de la Correspondencia de Paul Celan y su mujer, la pintora y grabadora francesa Gisèle Lestrange (Siruela, 2008), es un acontecimiento editorial, al menos para los que cada vez tenemos menos dudas de que la obra poética de Celan representa la cima de la poesía occidental de los últimos cincuenta años del siglo XX. No ignoro que una afirmación de este tenor no sólo es discutible sino que puede parecer absurda: el colmo del error que significa, en el terreno de las artes, comparar y, peor aún, establecer rankings. Pero permítaseme decir en qué sentido veo la obra del poeta judío elevarse hasta una altura que casi nadie más alcanza: cuando se estudian otras obras coetáneas uno se da cuenta de que, de una manera real y tangible, lo mejor de cada una de ellas está en germen en la poesía de Celan. Por ejemplo, si se lee a Valente, a René Char o a la Marçal, uno se queda atónito al descubrir que todos están ya en aquél. Celan es el poeta más hospitalario de todos los otros poetas, es el lugar o ámbito común, el topos de una época.
La publicación de la correspondencia con su adorada mujer viene precedido y acompañado de otras ediciones que pienso que resulta obligado reseñar. Primero, las correspondencias de Celan con dos mujeres importantes en su vida, dos “grandes amistades” de muy distinta naturaleza: las cartas con Nelly Sachs (Trotta, 2007), y la correspondencia que sostuvo con Ingeborg Bachamnn (Suhrkamp Verlag, 2008). Tampoco se puede ignorar el catálogo de la exposición Gisèle Lestrange-Paul Celan. Desde el puente de los años, celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hace sólo cuatro años.
En aquella exposición memorable era posible comprender, por medio del diálogo entre dos personalidades complementarias, una parte decisiva no sólo de la dimensión humana de Celan, sino también de su peculiar faceta creativa. La parte más significativa de esa conversación tenía lugar por medio de sus cartas. Cartas de amor, primero entre novios y prometidos, pero después epístolas, notas o misivas que evolucionan de manera imperceptible en una permanente metamorfosis del amor conyugal, cruzando el puente del dolor y de la enfermedad mental, de los celos y la comprensión, de la admiración y del cuidado mutuo. Una belleza. No se lo pierdan.
(Esta nota ha aparecido en el número 358 de Culturas de La Vanguardia de hoy, 29 de abril de 2009; la foto que acompaña el texto es del fotógrafo ruso Alexey Titarenko)
Álvaro, estoy de acuerdo contigo con respecto a Celan.Un abrazo
gracias por el mensaje; com te puedes imaginar, me importa mucho tu opinión sobre eso
he estado leyendo estos días a Nelly Sachs y a Jabés y es algo que me vuelve a saltar a la vista cada vez
supongo que no va mucho más allá de una mera forma de decir (simplificación incluida) algo que es muy complejo y difícil de abordar y definir
en realidad, la tarea crítica sobre esa generación está en buena parte por hacer
ganas de hablar contigo!
Leí este artículo en el Cultura/s hacia el aeropuerto y me gustó lo que dice y que hubiera visto a Celan en MMMarçal y sobre todo, la idea de la hospitalidad (tema para mí clave) de Celan. Pero dejé un mensaje en un post anterior, el de Ornella Vanoni, y nunca apareció y me preguntaba…
pues desgraciadamente no lo recibí; me hubiera encantado saber su opinión…
no sé porqué, cuando puse esa canción pensé en su blog
Qué gracioso! Así que no llegó. Yo no sé lo que puse, algo como Ornella Vanoni! A mí no me hace llorar, pero cuántos recuerdos de un tiempo preciso! Y el poder de esa voz… algo así