Campanadas por Valeria Luiselli (2)

3. A diferencia de la propia Luiselli, Gilberto Owen daba a las coordenadas espaciales un valor que iba más allá de la pura forma: de hecho llegó a pensar (en la novela, claro) que la ceguera homérica “como los castigos y las cataratas, viene desde arriba, sin un propósito o sentido determinable” (70). De modo que la famosa Ley de Owen, que enunció Jorge Cuesta en el retrato que le escribió (“Cuando el aire es homogéneo y casi rígido/y las cosas que envuelve no están/ entremezcladas el paisaje no es un estado de alma/sino un sistema de coordenadas”), más que Ley de Owen fue Ley de Cuesta, porque exigía reprimir las emociones hasta que parecieran suprimidas del todo para que “el juego poético parezca un mero juego de sombras en una campana pneumática” (Owen). Todo este juego entre la forma y la emoción se puede quizás apreciar en algo en la exposición que organiza el Prado: Roma. Naturaleza e ideal (Paisajes 1600-1650). Aquí (y no en los impresionistas de finales del XIX) empezaron a cambiar muchas cosas, cuando los pintores volvieron a atreverse a pintar lo que veían, no lo que sabían. Mira Velázquez en su cuadrito de la Villa Medicis como jugó con la vertical y la horizontal. En materia artística un giro copernicano pero al revés. También me gustaría ver lo que ha hecho Peter Zumthor en Hyde Park, construyendo una galería secreta. ¿Secreta? Mira tú por donde el arte muestra más cuanto más esconde.

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