Un fragmento
De una carta anónima al autor
“En el fondo, y más allá de las diversas formas narrativas que empleas, veo No te vayas sin mí como un conjunto de monólogos interiores, cuyos giros brutales expresan los desasosiegos del corazón; monólogos que se abren al diálogo más interior aún entre un “yo” que quiere ceder al amor y una conciencia que se dirige a ese “yo” como a un “tú” para ponerle en guardia contra las incertidumbres y contra los peligros presentes en la dolorosa aventura de amar. No te vayas sin mí es la mejor expresión que yo conozco del viejo dicho de que el amor es la única enfermedad de la que uno no se quiere curar. No te vayas sin mí sigue de cerca el modelo que Marie de Champagne impuso a Chrétien de Troyes para El caballero de la carreta y que se basa en un amor absoluto, exigente, más allá incluso del riesgo de la muerte, del sacrificio del honor, un amor siempre inacabado, incluso en el goce, condenado al desgarro y la precariedad por su condición misma de amor adúltero. Es la vía que invita al movimiento perpetuo, multiplicando los objetos del deseo, una vía que no finaliza con un matrimonio feliz ya que el matrimonio lejos de señalar el final es por el contrario siempre el difícil comienzo. No te vayas sin mí abre una interrogación, nunca del todo respondida, sobre la conciencia de la incompatibilidad entre el amor de un hombre y una mujer y la búsqueda de Dios. La intriga no aporta solución definitiva distinta de señalar que la grandeza de la historia está en lo trágico de la situación de los amantes. Es un roman de amor cuya estructura en forma de mosáico es la formalización de esa búsqueda, de esa aventura a la vez carnal y misteriosa que supone amar a alguien de verdad y a fondo. Es el roman mismo el mejor mediador del amor, la misma novela en su conjunto es la verdadera tercera persona”