Un fragmento
No hay exageración al afirmar que Kafka es el gran testigo del totalitarismo político y que sus narraciones componen misteriosamente el alfabeto del nazismo (en parte puede afirmarse lo mismo respecto del sistema político comunista). Desde el punto de vista del cumplimiento histórico de los males anunciados, se trata de un testimonio profético. La cuestión del testimonio va más allá de lo que pudiera pensarse en un principio, aunque solo sea por la conexión semántica entre la palabra “testigo” y la voz griega martys, el mártir, como aquel que muere revelando algo. en este punto se dan la mano el valor histórico de la obra kafkiana con varios aspectos de su dimensión simbólica: Kafka desentraña el sentido de un momento histórico de auténtica prueba para el pueblo elegido y por eso cabe afirmar analógicamente que su obra tiene virtualidades proféticas, en la acepción de anticipadora de calamidades (¿se puede decir que Hitler y Stalin son a Kafka lo que Antíoco IV Epifanes fue a Daniel o lo que Nerón y Domiciano a Juan de Patmos?), siendo a la vez una revelación apocalíptica, en un sentido no estricto de la concepción literaria de dicho género.